En los polvorientos anales del rock alternativo de los 90, mientras el grunge comenzaba a ceder terreno a una miríada de sonidos e intensidades, una pequeña pero jugosa rivalidad burbujeaba bajo la superficie. No fue tan estridente como Blur contra Oasis, ni tan visceral como Guns N' Roses contra Nirvana, pero la tensión entre The Smashing Pumpkins y Pavement ofrecía un fascinante contraste de filosofías musicales y personalidades.
Por un lado, teníamos a Billy Corgan y sus Smashing Pumpkins: una banda de Chicago con ambiciones épicas, capas de guitarras distorsionadas hasta el infinito y letras cargadas de angustia adolescente elevada a la categoría de poesía rock. Con álbumes monumentales como Siamese Dream y Mellon Collie and the Infinite Sadness, los Pumpkins no escatimaban en grandilocuencia, buscando trascender el indie para alcanzar el estrellato masivo sin perder un ápice de su intensidad.
En la otra esquina, desde la soleada California, emergía Pavement. Liderados por la enigmática figura de Stephen Malkmus, ofrecían una visión del rock alternativo mucho más relajada, incluso displicente. Sus canciones, a menudo deliberadamente desprolijas, llenas de melodías oblicuas y letras ingeniosas y a veces absurdas, representaban una antítesis al enfoque grandioso de los Pumpkins. Álbumes como Slanted and Enchanted y Crooked Rain, Crooked Rain se convirtieron en manifiestos de una sensibilidad indie despreocupada y cool.
La chispa, como suele suceder, saltó por una letra. En la canción "Range Life" del álbum de 1994 de Pavement, Malkmus cantaba con su característico tono indolente: "Out on tour with the Smashing Pumpkins / Nature kids, they don't have no function / I don't understand what they mean and I could really give a fuck."
Para Billy Corgan, un artista conocido por su sensibilidad y su ferviente creencia en la importancia de su música, estas líneas fueron interpretadas como un desdén directo. En entrevistas posteriores, Corgan no ocultó su molestia, sugiriendo que la crítica de Pavement nacía de la "envidia". La leyenda cuenta incluso que Corgan hizo lo posible para que Pavement no fuera incluido en algunos festivales de la época.
Stephen Malkmus, por su parte, siempre restó importancia al asunto, insistiendo en que la letra no era más que una broma, una observación ligera sobre la grandilocuencia de algunas bandas. Sin embargo, la semilla de la rivalidad ya estaba plantada.
El contraste entre ambos grupos era palpable en todos los aspectos. Los conciertos de Smashing Pumpkins eran experiencias inmersivas, con un sonido potente y una puesta en escena elaborada. Pavement, en cambio, ofrecía actuaciones más informales, a veces incluso caóticas, donde la espontaneidad y la actitud primaban sobre la perfección técnica.
Mientras que los Pumpkins llenaban estadios y sus videos musicales eran producciones cinematográficas, Pavement se mantenía firmemente arraigado en la escena independiente, cultivando una base de fans que apreciaban su autenticidad y su rechazo a las convenciones del rock mainstream.
¿Quién ganó esta "rivalidad"? En realidad, nadie. Ambas bandas dejaron una marca imborrable en la década de los 90 y continúan siendo influyentes hasta el día de hoy. Los Smashing Pumpkins demostraron que se podía alcanzar el éxito masivo sin sacrificar la complejidad y la intensidad artística. Pavement, por su parte, reafirmó el valor de la autenticidad, la inteligencia lírica y una cierta dosis de saludable indiferencia.
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