𝑺𝒌𝒂 𝒆𝒏 𝑴é𝒙𝒊𝒄𝒐: 𝒓𝒊𝒕𝒎𝒐, 𝒓𝒂í𝒛 𝒚 𝒓𝒆𝒔𝒊𝒔𝒕𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 𝑫𝒆 𝑲𝒊𝒏𝒈𝒔𝒕𝒐𝒏 𝒂𝒍 𝑫𝒊𝒔𝒕𝒓𝒊𝒕𝒐 𝑭𝒆𝒅𝒆𝒓𝒂𝒍: 𝒊𝒏𝒇𝒍𝒖𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒈𝒍𝒐𝒃𝒂𝒍𝒆𝒔

Desde las polvorientas calles hasta los escenarios masivos, el ska ha resonado con fuerza en el corazón de México durante décadas. Un género importado, sí, pero arraigado con pasión y sazón local, generando una escena única y efervescente. En esta edición, nos sumergimos en los vibrantes orígenes y la evolución de este ritmo sincopado que ha puesto a bailar a generaciones enteras de rockeros y más allá.

El ska es un género originario de Jamaica a finales de los años 50 y principios de los 60, considerado precursor del rocksteady y el reggae. Su ritmo contagioso cruzó el Atlántico: en los años 70 y 80 el movimiento Two-Tone británico (The Specials, Madness, etc.) lo renovó fusionándolo con punk rock y un mensaje antirracista. En México, como apunta la Fonoteca Nacional, “el ska surgió en la década de 1980 como una reinterpretación local del género originado en Jamaica”, fusionando ska con rock, punk, reggae y ritmos latinos para abordar causas sociales y políticas.

𝑷𝒊𝒐𝒏𝒆𝒓𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒔𝒌𝒂 𝒏𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒍: 𝒍𝒂 𝑴𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒂 𝑽𝒆𝒄𝒊𝒏𝒅𝒂𝒅 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂ñí𝒂

Aunque hubo indicios aislados –por ejemplo, en 1966 el rockero veracruzano Toño Quirazo grabó una pieza llamada “Jamaica Ska”–, la escena mexicana cobró forma en los años 80 En 1985 se fundó la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio (CDMX), banda clave que fusionó ska con rock y ritmos latinos, Maldita popularizó temas como “Pachuco” o “Kumbala” y fue considerada pionera de lo que se llamó “rock mestizo” o alterlatino en Hispanoamérica, paralelamente surgieron otras bandas esenciales: Tijuana No! (Tijuana, finales de los 80) mezcló punk y ska, y en la década siguiente aparecieron Los de Abajo (Guadalajara), Inspector (Puebla) y muchas otras, todas incorporando el ska en su mezcla urbana. Estos grupos pusieron las bases del género nacional, combinando el ritmo jamaicano con la identidad de barrio mexicano.

𝑬𝒍 𝒃𝒐𝒐𝒎 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 90: 𝑨𝒍𝒊𝒄𝒊𝒂, 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐𝒔 𝒚 𝒓𝒆𝒗𝒐𝒍𝒖𝒄𝒊ó𝒏 𝒋𝒖𝒗𝒆𝒏𝒊𝒍

La escena ska encontró un espacio clave en el Multiforo Cultural Alicia de la Ciudad de México. Ahí se gestó el “boom” nacional: el primer concierto de ska en ese foro fue el 22 de diciembre de 1995 con Los Estrambóticos, La Tremenda Korte y El Parto de la Chole. Para 1996 el género era imparable: Panteón Rococó, Nana Pancha, La Matatena, Sekta Core! y muchas otras bandas llenaron las carteleras del Alicia. Ese auge contó con el apoyo de iniciativas independientes como el sello PP Lobo Rekords, que en 1996 editó álbumes fundamentales de la “nueva ola” mexicana (por ejemplo Terrorismo Ksero de Sekta Core! o Toloache pa’ mi negra de Panteón Rococó)

El ska mexicano incubó una iconografía propia: grupos emblemáticos como Panteón Rococó, Los Estrambóticos, Inspector, Salón Victoria o Nana Pancha. Estas bandas, junto con Maldita Vecindad y Tijuana No!, representaron la primera ola urbana de ska en los 90. La Maldita Vecindad (CDMX, 1985), con su fusión de rock, ska y ritmos latinos, se convirtió en uno de los grupos precursores del movimiento. Desde las faldas acampanadas hasta los graffiti en el Tianguis del Chopo, el ska se hizo sentir en las calles y en la radio local.

𝑺𝒌𝒂 𝒚 𝒑𝒓𝒐𝒕𝒆𝒔𝒕𝒂: 𝒆𝒔𝒕é𝒕𝒊𝒄𝒂, 𝒓𝒆𝒃𝒆𝒍𝒅í𝒂 𝒚 𝒎𝒊𝒍𝒊𝒕𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂

El ska mexicano heredó la vena contestataria del género original. Los “skatos” (aficionados jóvenes) adoptaron un atuendo con sombreros estilo rude-boy, zapatos de skate y los clásicos colores blanco y negro en su ropa como emblema antirracista incluso llevaban peluches en sus mochilas como gesto simbólico contra la violencia infantil. Las letras abrazaron causas sociales: muchas bandas asumieron al ska como “música de protesta”, apoyando movimientos populares. Por ejemplo, grupos como Tijuana No! o Panteón Rococó dedicaron álbumes enteros al Ejército Zapatista (como Transgresores de la ley y A la izquierda de la tierra) No faltaron detractores: locutores de radio y bandas consolidadas veían con displicencia la moda ska. Incluso el grupo Molotov llegó a bromear diciendo “el rock es cultura y el ska es agricultura” frase que ilustra el desprecio inicial hacia esta escena. A pesar de ello, el ska se consolidó como voz de barrio y registro de inconformidad urbana.

𝑳𝒆𝒈𝒂𝒅𝒐 𝒂𝒄𝒕𝒖𝒂𝒍: 𝒄𝒐𝒏𝒔𝒐𝒍𝒊𝒅𝒂𝒄𝒊ó𝒏, 𝒇𝒆𝒔𝒕𝒊𝒗𝒂𝒍𝒆𝒔 𝒚 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒂𝒔 𝒈𝒆𝒏𝒆𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔

En los 2000 el ska mexicano alcanzó su cenit comercial. Grandes sellos internacionales ficharon a las bandas (por ejemplo, Sekta Core! firmó con Columbia y Panteón Rococó con BMG/RCA) y los grupos llevaron el ska a estadios y festivales. Algunos conciertos masivos reunieron a más de 100 mil jóvenes en el Zócalo capitalino con Maldita Vecindad o Panteón Rococó encabezando el cartel sus canciones entraron al mainstream: éxitos radiales como “Amnesia” (Inspector), “Camino a ninguna parte” (Los Estrambóticos) o “La dosis perfecta” (Panteón Rococó) son himnos que aún suenan en México. En la siguiente década el ska se mantuvo vivo en festivales urbanos como Vive Latino o pequeños encuentros de barrio y nuevas bandas integran elementos modernos sin perder la tradición skatalítica.

Hoy el ska mexicano es parte del patrimonio cultural juvenil. Como recuerda Dr. Shenka (vocalista de Panteón Rococó), “no, para nada… el ska siempre está en constante evolución. México tiene grandes exponentes… Decir que está en un punto de estancamiento es desconocer lo que sucede en el mundo